Después llegaron los títeres. . .
La memoria me sitúa por primera vez en la Glorieta, frente al Ayuntamiento de Murcia. Mi padre me llevó a ver los "cristobitas". Quedé hechizada para siempre bajo su influjo.
No recuerdo que el titiritero saliera a saludar tras la función, así que el teatrillo resultaba bastante misterioso y los muñecos cobraban vida mágicamente. La algarabía era importante cuando gritábamos para advertir al héroe de la trampa del villano. Y alcanzaba su punto más álgido cuando el malo, malísimo "cobraba" con jarabe de palo. El ruido de los golpes sonaba bien definido y tenía un efecto cómico y liberador en todos nosotros. Y no digamos cuando el malvado, a pesar de estar bien sobado, intentaba levantarse (y lo hacía una o dos veces más), porque recibía sin piedad, una somanta de palos adicional, como merecido castigo a su mal comportameinto. Disfrutábamos como auténticos enanos que éramos (¡qué fantástica experiencia catársica!).
Con el tiempo y siendo la hija mayor de la familia, acompañaba a mis hermanas, primos y primas a verlos en las fiestas de Murcia y con bastante disimulo tambien lo disfrutaba yo (¡es que era taaaan mayor para aquellas cosas de niños!). Podía observar a los más pequeños como mantenian la boca tan abierta como su atención.
Ahora soy yo la titiritera. Mi personaje favorito es el lobo (aunque también me va la bruja). Al final de la función acompaño al lobo a despedir a los niños y dejo que lo toquen. No me canso de ver en su cara la mzcla de miedo y valentía que este personaje les infunde.
¡Ah! Sigo yendo a ver todas las funciones de títeres que puedo y no soy capaz de quedarme callada cuando el traidor intenta capturar al héroe. Le aviso bien alto y, no, ya no me da ni pizca de vergüenza, ¡para algo bueno tiene que servir los años que cumplo!
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